lunes, 3 de noviembre de 2014

EL MENSAJE

Había una vez una chica, que estaba siempre encomendada a la suerte, al Karma, a los rezos, a su religión, y a todas las creencias que le llegaban a través de redes sociales. Cualquier consejo de palabras bonitas que le llegaba los cumplía. Era una bien pensante, trabajadora incansable, incapaz de rendirse, pues consejos sobre no rendirse hay a montones.
El caso es que no hay quien le pueda negar el mérito, pues llegó lo más alto que pudo, al límite de lo que su clase social le permitió. Pues no nos engañemos, el techo de cristal es muy visible para las mujeres, pero sobretodo es descarado para las/os obreras/os. (Y doble si eres mujer)
Incluso, superó a muchos de aquellos, que siendo de más clase social de origen, que ella, eran más tontos, o menos trabajadores.
Así cuando los familiares y amigos ya creían que iba a reventar de tanto como trabajaba y perseguía sus sueños, logró ser una aclamada, y famosa... empresaria.
Pero, resultó que, por un paso mal dado, por un revés inesperado, por una de esas circunstancias que una no puede ver venir. Se vio dando explicaciones frente a la prensa por una gestión mal hecha.
Y cuando el periodista de turno le dijo:
- ¿Cómo se explica usted este error tan grave y tan poco propio de usted? - Ella rauda contestó.
- Es que verá... recibí un mensaje de esos de reenvíalo a diez amigos o algo horrible te pasará, y no lo pasé. El estrés, tenía muchas cosas en la cabeza...
Cuando cayó en desgracia, no encontró otra explicación.

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