No sé si os pasa mucho últimamente que empiezas hablando de las nubes del cielo y en menos de 15 minutos estás hablando de lo malos que los políticos (y derivados), cómo nos han traído aquí y cómo parece que no tienen mucho interés en mejorar nuestra vida.
Criticar a los que nos han traído aquí se está convirtiendo en la conversación recurrente de ascensor por excelencia, yo como no gasto de eso, de conversaciones recurrentes sí gasto, de lo que no gasto es de ascensor. Y es que actualmente es más fácil que estés de acuerdo con tu vecino en que los políticos parecen estar a por uvas que en si el cielo está nublado.
Dentro de estas conversaciones que llenan cualquier silencio pastoso y lo convierten en uno de esos intercambios de ideas que estimulan la corriente cerebral he estado hablando varias veces de los castigos que merecen los políticos (y sus derivados).
Y hoy, mientras busco trabajo para cuando acabe mi contrato, me he dado cuenta que ya tengo un castigo para los que nos trajeron aquí, mejor que mandarles a la cárcel, decirles que devuelvan el dinero robado (digo pedirles pues no lo van a devolver), perseguirles por la calle, bloquearles las páginas de Internet, etc.
Les ponía a buscar trabajo, a que vieran lo que se siente cuando echas tu C.V. a una oferta de empleo y te encuentras que ya van unos mil y pico, que no exagero, que me ha pasado. Pensé también en el castigo ponerles una deuda descabellada sobre sus espaldas y la amenaza de que si no la pagan les perseguirá para siempre a cambio de nada, pero esto ya me ha parecido muy cruel.
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